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Cosecha Roja

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Mensaje por Dracofonte Jue 4 Dic 2008 - 16:13

Bueno, para dar un poco de interés a este foro he decidio abrir un tema nuevo en el que planeo poner reseñas ya sea de obras o autores del género policiaco, que los que me conocen saben que es mi tipo de literatura favorito.

Lo del título del tema es alusivo a una novela llamada precisamente así, Cosecha Roja, de uno de los maestros del género: Dashiell Hammett. Lo elegí porque a final de cuentas el crimen en este tipo de literatura siempre implica una buena dotación de cierto elemento de ese color.

Pero bueno, aquí les dejo la primera reseña sobre el creador del género: Edgar Allan Poe.

Nota: Como el ensayo está un poquito largo lo tuve que dividir en tres partes.


Maestro y Creador: Edgar Allan Poe.


Siempre que se intenta remontar a los orígenes de algúngénero o corriente literaria siempre se tienen muchos problemas para determinarun dato semejante. No ocurre esto con la literatura policíaca la cual, fiel a su naturaleza de exactitud rigurosa, puede determinar con precisión la fecha del suceso y el nombre del responsable del mismo: 1835, año en el que fue publicado el cuento Los asesinatos de la calle Morgue de la pluma del escritor norteamericano Edgar Allan Poe. A partir de aquí se inició el camino para el género literario más difundido del mundo.

Así pues, Poe es sin duda uno de los cuentistas más geniales en la historia de este subgénero de la narrativa, tanto así que es considerado como “Padre del cuento literario moderno” debido a las pautas de rigurosa construcción narrativa que estableció. Además su inclinación por los temas terroríficos y en cierta forma truculentos, por “la exploración de lo extraño” según Jerry Palmer, sería el primer paso que abriría el camino para el surgimiento de la literatura policíaca.[1]

Edgar Allan Poe nació el 19 de enero de 1809 en la ciudad de Boston, Estados Unidos de América. Descendía de actores pero terminó siendo hijo de adoptivo de un comerciante, quien en 1815 emigró a Inglaterra buscando un campo más propicio para el desarrollo de sus negocios, llevándose consigo al pequeño Edgar. Allí permanecería durante seis años más antes de volver al Nuevo Mundo.

El bostoniano sintió (y así lo expresó él mismo) una predilección por la poesía sobre cualquier otra rama del quehacer literario. No obstante, aún cuando fue un representante admirable del Simbolismo y creó poemas tan excelsos como el célebre The Raven —El Cuervo—, las circunstancias lo obligaron a dedicarle mayor tiempo a textos que le reportaran mayor beneficio monetario. Es así como deambula por las redacciones de diversos diarios practicando la crítica literaria y la cuentística.

De esta forma podemos darnos una idea de cómo se fue gestando la primera historia de detectives. Poe era un ser extremadamente racional, y eso queda de manifiesto en sus textos de carácter crítico y en la metódica forma en que escribía sus cuentos. Pero esta característica es aún más patente en su afición casi patológica por los criptogramas. Baste recordar que Edgar Allan Poe desafió al público americano a que era capaz de desentrañar cualquier mensaje cifrado. Esto lo hizo a través de la Graham’s Magazine donde era el redactor en jefe. Dicha actividad, desde luego, no le reportó ningún beneficio, todo lo contrario, lo hizo perder una cantidad de tiempo y dinero inmensa. Pero su afición por los juegos racionales lo hacía recaer. En noviembre de 1841 se compromete a descifrar el carácter de varios autores americanos, estudiando minuciosamente sus escritos (justo como los detectives de novelas policíacas determinan el carácter del criminal por sus crímenes). Después de esto se compromete públicamente a adivinar de manera precisa el desarrollo y desenlace de Barnaby Rudge, la novela que acababa de escribir Dickens, publicada por primera vez en folletón y de la que se conocían unos cuantos capítulos. El resultado fue tan asombrosamente certero que hizo que el propio Dickens dijera asombrado: «¡Ese hombre esta poseído del Diablo!».[2]

Por otro lado le atraían las temáticas extrañas, que involucraran a seres con una mente trastornada, cuya perversión está a flor de piel; lo irracional conviviendo con lo racional, el ying y yang. Esto es lo que encontramos en los cuentos de Poe, no sólo las ambientaciones góticas, con sus cielos nublados, con sus locos y pervertidos villanos, con sus monstruos nocturnos; con una mente como la suya, Poe debió plantearse el desafío que esa “exploración de lo extraño” debió resultar para la razón humana.[3]

Deesta manera es como comienza a gestarse este nuevo tipo de literatura, ya que “hasta que surge Poe, es el azar quien enhebra siempre los hechos; azar producido por el cálculo del autor, naturalmente. El problema es asaz sutil. Lo que introduce en la literatura de intriga es ese hilo razonador que encadena los sucesos prestándole al relato literario un encanto cerebral que, hasta entonces, nunca había tenido”.[4]

Y es verdad porque hasta ese momento en la literatura no existía el cálculo exacto, desde el punto de vista de los personajes desde luego. Los actantes siempre eran controlados por la fuerza del azar y las cualidades en ellos, por lo general, siempre serían de tipo moral y/o físicas, incluso se podría agregar que podían poseer cierto ingenio para salir de algún tipo de trance, pero están muy lejos de igualar el raciocinio abrumador de Augusto Dupin, el enigmático detective inventado por Poe. Éste es otro de los elementos indispensables de la novela policíaca, la presencia de un agente encargado de develar los misterios por medio de un riguroso procedimiento de observación y análisis, en los que la acción tiene poca o nula cabida (al menos en un inicio).

Así tenemos en este nuevo tipo de literatura dos elementos indispensables, por un lado está el elemento extraño, irracional, que desafía la compresión humana y que siempre se nos presenta a manera de enigma; y a su lado, encontramos la luz de la razón encargada de dotar de sentido, orden y equilibrio que la inserción de lo extraño ha venido a trastocar. No obstante hay un tercer elemento que casi nunca se toma en cuenta pero que a mi parecer es de la mayor importancia, el elemento que podríamos denominar como ideológico.




Última edición por Dracofonte el Jue 4 Dic 2008 - 16:20, editado 2 veces
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Mensaje por Dracofonte Jue 4 Dic 2008 - 16:17

Continuación:

María Elvira Bermúdez en su descripción del género policíaco siempre hace hincapié en lo que ella llama “la idea de justicia”[5]. Con esto se refiere a que la motivación de los protagonistas de los libros policiales obedece, por lo general, a la búsqueda de hacer justicia más que cualquier otra cosa como, por ejemplo, la búsqueda de remuneración económica o simplemente la fama. Es cierto que existe en la mayoría de ellos una notoria afición por el juego racional (justo como sucede con Poe), pero eso siempre queda en segundo término ante el aspecto ético: lo importante es la justicia. Por ello vemos, por ejemplo, que en Asesinato en el Expreso de Oriente de Agatha Christie, el bigotudo Hércules Poirot logra descubrir a los culpables del crimen perpetrado a bordo del legendario Orient Express, más sin embargo no los entrega a las autoridades ya que la víctima era un despiadado secuestrador que dio muerte a una pequeña niña en uno de sus trabajos.

En opinión de Bermúdez, la creación del género policíaco debió su origen no sólo a las cualidades racionales de bostoniano y su gusto por los temas extraños, sino a una ética personal sobre la presencia del Mal en la vida real. Así lo expresa en el prólogo a Narraciones Extraordinarias:

“Así como se habla de la "difícil facilidad del genio", es posible formular conjeturas en torno al momento en que Edgar Allan Poe (1809-1848) engendró un nuevo género literario. Las condiciones estaban dadas: supreferencia por asuntos macabros y espeluznantes, por las fantasmagorías y una práctica, si no muy larga en el tiempo, sí intensa en el ejercicio y su notable afición por los criptogramas. Justamente en el año de 1835, cuando escribió Los crímenes de la calle de la Morgue, Poe se encontraba enzarzado en dicho pasatiempo. Vivía, por lo demás, una temporada de tranquilidad y bonanza relativas. Con motivo de alguna lectura, de un comentario que alguien formuló, debió pensar que en la vida real existen enigmas patentes, dolorosos, mucho más necesitados de estudio que un escueto criptograma: los crímenes. Por una vez en su vida prestó atención a la realidad que lo circundaba. Y esta realidad provocó en él una reacción positiva, gestada en los principios éticos que sin duda le fueron inculcados por Mr. Allan y, también, por sus mentores ingleses: la de que el mal, sobre todo en sus consecuencias, debe ser combatido. El mal se presentaba a sus ojos en la única forma en que él podía contemplarlo con atención: en forma de enigma. En las últimas páginas de Eureka dice: Sólo desde este punto de vista —una larga elucubración anterior— "comprendemos los enigmas de la Injusticia Divina, del hado Inexorable. Sólo desde este punto de vista resulta inteligible la existencia del Mal; pero aun más: desde este punto de vista resulta soportable". El mal es pues, aunque provenga de la divinidad, un enigma. Una vez esclarecido éste, y aunque sus efectos persistan, el mal puede ser comprendido. Lo que importa, pues, es su esclarecimiento. Allí, en esa idea, está el germen de la literatura policíaca”.[6]

De esta manera encontramos que los relatos policiales van un poco más allá del simple juego racional del que son comúnmente acusados y nos presenta una ideología, una razón de ser: el detective busca traer justicia y reestablecer el orden que la inserción de ese elemento extraño (el crimen) ha alterado. Todos estos elementos que podríamos denominar como esenciales de la literatura policial se encuentran en la obra de Poe, y a pesar del paso del tiempo han permanecido, si bien no del todo inalterados, en general continúan ahí.

Ya he hablado de características generales de la literatura policíaca. Ahora es conveniente hablar de los recursos de los que Poe se ha valido en la construcción de estos cuentos detectivescos.

En Los asesinatos de la calle Morgue se nos presenta una introducción sumamente interesante. En ella el narrador anónimo nos da una larga elucubración sobre las facultades analíticas y como éstas al presentarse en grado sumo en algún individuo constituyen una gran fuente de placer de la misma forma en que un atleta le produce placer el ejercitar su cuerpo. Posteriormente nos habla también de cómo es que estas habilidades pueden estar presentes en cierto tipo de juegos, ya sea en las damas o en las cartas. Todo este largo planteamiento viene como preparación para introducir a Augusto Dupin y a su vez justificar su singular forma de ser. No obstante, este discurso también puede añadírsele un valor agregado. ¿Acaso esa letanía sobre la habilidad analítica no les hace recordar no sólo a Dupin, sino a Sherlock Holmes, Poirot, Philo Vance, Ellery Queen, y un largo etcétera? Sin duda resulta familiar puesto que en una o más ocasiones estos sabuesos han hecho declaraciones sobre ese “placer” que les proporciona el poner a prueba sus “células grises” y de cómo sin este estímulo se aburren soberanamente.

Baste recordar el primer capítulo de la segunda obra policíaca de Conan Doyle, El signo de los cuatro, en la que Watson observa incómodo como Sherlock Holmes se inyecta una buena dosis de cocaína. El buen médico se atreve a protestar sobre tan nocivo acto a lo que el detective responde:

“Mi mente se subleva ante el estancamiento. Proporcióneme usted problemas, proporcióneme trabajo, deme los más abstrusos criptogramas o los más intrincados análisis, y entonces me encontraré en mi ambiente. Podré prescindir de estimulantes artificiales. Pero odio la aburrida monotonía de la existencia. Deseo fervientemente la exaltación mental. Ahí tiene por qué he elegido esta profesión a que me dedico...”[7] (el subrayado es mío).

Como puede notarse el buen detective londinense necesita de esa estimulación para mantenerse “activo” o de lo contrario caerá en el terrible abismo del aburrimiento. El análisis es su droga, (droga a la que la mayoría de sabuesos de novela policial son adictos), y sin ella debe recurrir a una autentica droga para cubrir esa falta de “estímulo mental” que la monotonía de la vida diaria no le brinda.

En concreto, los párrafos iniciales de Los asesinatos de la calle Morgue podría denominarse como una declaración de principios a los que los detectives de papel parecen apegarse, en cierta forma es su “manifiesto detectivesco”, el cual seguirán muchos de ellos en forma casi religiosa. El análisis y la deducción son su adicción y su clero.

Pero eso no es todo lo que encontramos en este cuento arquetípico. Pasada esta introducción es donde se comienza a entrar en materia propiamente. El narrador nos da unos cuantos datos sobre la vida de Dupin y de cómo trabó relación con él en la ciudad de París. Posteriormente nos cuenta de cómo se dio cuenta por primera vez de las extraordinarias facultades cuando Augusto logra deducir sus pensamientos en base a la conducta de su amigo durante un paseo que realizan. Este episodio tiene la función de impresionar al lector y poner en claro la capacidad del detective. Además, pone de relieve otro elemento recurrente (más no constante): el narrador testigo que es amigo (y admirador) del detective y cuyos comentarios siempre van dirigidos a resaltar dicha figura. Estos patiños son muy célebres: el capitán Hastings (Agatha Christie), Bunny (Hornung, cuñado de Conan Doyle), Van Dine (SS Van Dine), pero entre todos el más conocido, por supuesto, es el buen Dr. Watson (Conan Doyle). Interesantes, divertidos, o desesperantes en ocasiones, pero ni aun sí, imprescindibles.

Además de este recurso encontramos por vez primera uno de los trucos más recurrentes en los textos policíacos: la habitación cerrada. Éste consiste en cometer un crimen dentro de una estancia cerrada desde dentro en donde el asesino no tiene posibilidad de entrar... o salir. En este caso se nos presenta que un par de mujeres, madre e hija, son atacadas brutalmente dentro de un pequeño apartamento. En el exterior se arremolinaron los vecinos quienes escucharon los gritos de agonía de las féminas, pero cuando lograron entrar, sólo encuentran los cadáveres pero ni rastro del asesino ni tampoco de su vía de huída puesto que las ventanas están férreamente cerradas y la única salida estaba copada por la muchedumbre, ¿cómo consiguió el asesino escapar? He aquí donde entra Dupin, quién va y revisa la “escena del crimen”, observa el lugar para después hacer uso de su método de análisis y deducción, con lo que finalmente averigua, el cómo, y sobretodo, el quién: un orangután fugitivo.
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Mensaje por Dracofonte Jue 4 Dic 2008 - 16:18

Continuación:

En otro cuento llamado El misterio de Marie Roget, Poe nos presenta una nueva intriga policíaca, y aunque esencialmente es muy similar a la obra precedente, Los asesinatos de la calle Morgue, tiene ciertos aspectos interesantes que igualmente serán usados por otros autores posteriores. En primer lugar tenemos que este relato está basado en su suceso real: el misterioso homicidio de una joven neoyorquina llamada Mary Rogers ocurrido por allá de la década de los cuarenta del siglo XIX. Hecho que el autor norteamericano aprovechó como pretexto para escribir un nuevo cuento donde Dupin pudiera hacer nuevo acto de presencia. Y según cuenta la leyenda, tiempo después de la publicación del texto se descubrió a los responsables del crimen así como las circunstancias en las que se llevó a cabo; sorprendentemente estos encajaron con la hipótesis de Poe. Lo importante aquí (y que vale la pena enfatizar) es que el bostoniano estableció la modalidad de basarse en hechos verídicos para crear una ficción policíaca. Es cierto que ya existían textos basados en hechos reales pero ninguno con la intención con la que Poe escribió el suyo. Esta costumbre también sería una herencia más que otros imitarían, como por ejemplo SS Van Dine con su primera novela de este tipo, El misterioso caso Benson, basada en un suceso real.

El otro aspecto que hay que señalar y que sí es muy importante dentro de la narrativa policíaca es el elemento científico. Durante la exposición de Dupin habla sobre la muerte por ahogamiento y da toda una relación bastante técnica (aunque no por eso menos brutal) de cómo ocurre este tipo de deceso. El uso de conocimientos científicos es recurrente en los detectives de relatos policíacos puesto que les sirve de herramienta para esclarecer ciertos hechos (básicamente, para determinar el cómo de un crimen). Sherlock Holmes es el campeón en este aspecto, ya que constantemente se valdrá de ardides científicos en su metodología de investigación criminal. Y aunque muchos autores después pretendan desentenderse de este aspecto tarde que temprano se ven obligados a caer en él. El mismo Poirot que corrientemente hace mofa de este tipo de método se ve obligado a recurrir a él en Asesinato en el Expreso de Oriente cuando por medio de un procedimiento científico logra descubrir el contenido de una carta quemada.

El tercer y último cuento de la trilogía de Dupin y que es considerado propiamente policíaco sería La carta robada en la que el detective aficionado debe encargarse de recuperar una comprometedora carta que puede poner en peligro a cierto sector del gobierno francés y que el prefecto de policía ha sido incapaz de recuperar. Aquí no se trata de investigar un asesinato sino de frustrar un posible chantaje. Dupin hace uso de sus geniales facultades y logra tener éxito en la empresa que parecía imposible. Lo relevante en este caso es el uso tan preciso que el detective hace de la sicología, ya que es en base ha ella que logra descubrir que el valioso documento se encontraba en el lugar más evidente y que por lo tanto nadie se molestó en revisar. Tal vez resulte exagerado hablar de sicología pero esa es la opinión incluso de los expertos: “Así, por ejemplo, Jacques Lacan, considerado como una de las máximas figuras en el campo del psicoanálisis moderno, ha dedicado a La carta robada un complejo estudio en el que identifica la figura de Dupin con la del psicoanalista”[8]. Este tipo de procedimiento también se convertiría en el favorito de varios autores, aunque sin conseguir la profundidad alcanzada por Poe.

Después de los tres cuentos citados sólo resta mencionar a otros dos más, que si bien no entran del todo dentro del género si se acercan mucho a él, proporcionan algunos recursos que éste gustosamente utiliza. Me estoy refiriendo a El escarabajo de oro y Tú eres el hombre. En el primero de ellos encontramos que se trata básicamente de la búsqueda de un tesoro y para localizarlo hace falta resolver un criptograma. Esto de los mensajes cifrados es común dentro del género, sobretodo en ciertas variaciones como lo son el Thriller y la novela de espías. En el segundo cuento, Tú eres el hombre, en cambio encontramos el recurso más utilizado dentro de la novela policíaca: el de la persona menos probable. Aquí se nos presenta la historia de un hombre, Mister Barnabas Shuttleworthy, quien es el hombre más rico de su pueblo. Un día sale a caballo de su casa y pocas horas después el animal regresa herido a casa sin su jinete. Se inicia una pesquisa encabezada por Charles Goodfellow, el mejor amigo de la víctima, y aunque no se consigue localizar el cadáver del señor Shuttleworthy se encuentra una buena cantidad de pruebas circunstanciales que acusan al sobrino de la víctima, “el heredero del señor Shuttleworthy”. Al final, el narrador anónimo logra descubrir la verdad mediante un singular truco de ventrílocuo: el asesino es Charles Goodfellow, el menos pensado. Si alguien de esta época ee dicho cuento (y si es lector asiduo de libros policíacos), seguramente se le hará un poco burda e ingenua la treta, pero hace siglo y medio debió resultar sorprendente. Aún así la técnica de la persona menos probable es el sello característico de la novela-problema y durante este período fue usado de forma abusiva a tal grado que volvió al género algo insípido en opinión de algunos críticos.

Cómo puede notarse, Edgar Allan Poe estableció prácticamente todos los principioselementales de la literatura policíaca, más sin embargo, no sería él el encargado de llevarlo a la popularidad de la que ahora goza. Ese privilegio lo tuvo ese médico escocés de nombre Arthur Conan Doyle que trajo al mundo la figura más emblemática del género detectivesco: Sherlock Holmes.

_________________________________________________________________________

Fuentes citadas:

[1] PALMER, Jerry. La novela de misterio (Thrillers). Pág. 185.
[2] MIRA, Juan José. Biografía de la novela policíaca. Pág. 148.
[3] PALMER, Jerry. La novela de misterio (Thrillers). Pág. 185.
[4] MIRA, Juan José. Biografía de la novela policíaca. Pág. 144.
[5] BERMÚDEZ, María Elvira. Qué es lo policíaco en la narrativa.Pág. 1.
[6] BERMÚDEZ, María Elvira. Prólogo a Narraciones Extraordinarias.Página XIII – XIV.
[7] DOYLE, Sir Arthur Conan. El signo de los cuatro. Págs. 12 – 13.
[8] MILLÁS, Juan José. Introducción a la novela policíaca. Pág.10.
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Mensaje por Ryoga_Skywalker Vie 12 Dic 2008 - 23:11

Gracias por este dato Dracofonte. No sabía realmente de este género en Poe (había escuchado, pero muy vagamente). Sencillamente, mañana ire a comprarlo y ver como esta.
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Mensaje por Dracofonte Sáb 13 Dic 2008 - 16:13

Bueno, no es raro puesto que las bases las puso Poe, pero realmente él no es propiamente un escritor policiaco. La mayoría de su obra narrativa tiende más al relato de terror gótico, por ello los tres cuentos que menciono son casos raros ya que se salen lo habitual al no tener un final ambiguo.

Y por cierto, es la última vez que pongo un post tan largo, fue una verdadera lata editarlo para que fuera legible en este foro. Así que ya no esperen post tan largos. tongue
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Mensaje por Ryoga_Skywalker Sáb 13 Dic 2008 - 18:31

De todas formas gracias. Habia evitado a Poe porque una amiga es fanatica de él, pero a tal nivel que es como esos porristas de RBD (te llega a dar nauseas).
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